Se asoma el mes de diciembre y con ella todo un lenguaje de luces, canciones, comidas y hasta estruendos en forma de pirotecnia despiertan la emoción y excitación propia de la fecha.

Desde la inofensiva «cebollita» que los complacientes padres compran a  los más pequeños de la casa, hasta los cohetones o famosos “tumba rancho”, hacen sonar sus pólvoras para avizorar un ambiente de alegría y celebración, ya sea porque nace el niño Dios o porque se despide otro año, sea cual sea el motivo, es acompañado con el “fuego al cañón” como dice la canción.

Este incomprensible estallido de ruidos y olores es sufrido por los animales de compañía, de granja y hasta las especies más silvestres quedan atónitas de miedo y confusión por las repentinas explosiones que invaden su hábitat.  

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